Hoy el bosque de baila, ama y ríe me mostró su rostro blanco. La luz lo cambia todo. Me dijo que me ama, como se aman los enamorados. Que no tenga miedo. Que me bañe con la salvia de sus ramas, sus troncos y raíces…  Que vuelva a él cuando sienta sed de recordarme. Alguien me amó, a alguien amé apasionadamente. Amamos, amamos… mamá. Amamos.

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1997 verde azul rostro de pequeña mestiza libélulas en el agua recuerdo el lago la luz ardiente rebotando  la mente blanca inocente sexual como las hojas, las piedras calientes y el lago azul, azul…como los pájaros de leche y huevos, hogueras amarillas y púrpura, un guardabosques con olor a pan,  Chile y Argentina haciendo el amor en despampanantes cordilleras y yo, un yo ignorante de sí y virgen de heridas, nueva Faustina sin pretender nada, solo vuela porque nada, todo. 1997 verde azul rostro de pequeña mestiza libélulas en el agua recuerdo el lago la luz ardiente rebotando  la mente blanca inocente sexual como las hojas, las piedras calientes y el lago azul, azul…como los pájaros de leche y huevos, hogueras amarillas y púrpura, un guardabosques con olor a pan,  Chile y Argentina haciendo el amor en despampanantes cordilleras y yo, un yo ignorante de sí y virgen de heridas, nueva Faustina sin pretender nada, solo vuela porque nada, todo.

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Hoy le pregunté al bosque dónde hundo mis raíces. Me contestó con un mapa de luces y sombras escamoteando la respuesta inequívoca. El baile de los pájaros y una alfombra musical eleva mi espíritu junto al canto de las palomas. En la danza, entonces, me hundo humilde, negra y mojada. En la danza la esperanza, mi renovación y mi casa.

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Hoy le pregunté al bosque sobre el aire helado. Me dijo que no hay invierno en el que no aprenda algo sobre el ser y el silencio. Me habló de la humedad como supervitamínico y de la soledad como catalizador para el estirón del verano.

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El bosque hoy estaba mudo. Ni pájaros, ni ramas, ni raíces. Entonces esto: flor de flores. Naciendo del cuerpo inestable del agua como nacen los pensamientos luminosos de la fe, en medio de la desesperanza.

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Esta mañana asomó la paz a mi ventana. Estar en mi cuerpo y sentirme segura de pertenecer, siendo libre. Sostenida por la rama y confiada en la potencia de mis alas. Un ser sexual y no una esclava del instinto. Un ser con todo lo que existe, y a la vez esta mujer que dibuja su propia silueta diferenciada.

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Una vez fui niña arcoiris. De matices nativos, de América catalana. De la boca me brotaban rubíes, del pubis agua de nácar. La niña dialoga con la madre de mis hijos y les canta una nana. Les cuenta que nada importa, excepto las fresas con nata. Los besos de fuego. El agua y las payasadas.

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Faustina Hanglin, Terapia corporal, artística y de sueños